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Cómo traspasar los límites del actual modelo agropecuario


Especialistas de la UNR debatieron cómo congeniar producción con sistemas agroecológicos

Jorgelina Hiba. AGROCLAVE. jhiba@lacapital.com.ar
Nota publicada en el último suplemento Agroclave del diario La Capital. 

El modelo de producción agropecuario pampeano que permitió el boom sojero de la primera década de este siglo empieza a mostrar sus lados débiles, desde diferentes ángulos de análisis. La ecuación atada al paquete cerrado que conforman la siembra directa, la soja transgénica y la utilización del glifosato ya no cierra como antes, tanto desde una mirada estrictamente productivista como —en mucho mayor escala— desde una visión que incluya además elementos sociales y ambientales. Con esta premisa como detonante, la ingeniera agrónoma y docente Silvia Toresani se interrogó sobre los límites del modelo agropecuario nacional durante una jornada de desarrollo sustentable organizada por la facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad Nacional de Rosario (UNR), a través de la secretaría de extensión universitaria y el área de vinculación con municipios y comunas que depende de esa secretaría.

¿Cómo producimos hoy? “Con un paquete tecnológico cerrado que nos deja como herencia menos nutrientes en el suelo y una mayor desertificación, como consecuencia de la extensión de la frontera agropecuaria”, se respondió. Ante esto, el desafío de los ingenieros agrónomos es lograr conformar sistemas agroecológicos para congeniar producción y sustentabilidad. “Es cada vez más evidente que debemos lograr un equilibrio entre lo social, lo económico y lo ecológico, para tender hacia la seguridad alimentaria”, dijo la docente.

Intenso pero sustentable. Desde una perspectiva global, el aumento persistente en la demanda de alimentos por parte de los grandes países emergentes asiáticos cambió el mapa de la producción de commodities en el mundo. A ese incremento de las compras se sumó una nueva competencia por parte de los biocombustibles, lo que le agregó presión a cultivos que ya no se utilizan sólo para alimentación, sino también para la generación de energía. Argentina, en ese planteo, es uno de los principales actores mundiales y referencia en agricultura intensiva.

Pero según la visión de Toresani, es un error avanzar sólo en un proceso de intensificación de la producción, que si bien resuelve o atiende la necesidad productiva, no engloba las otras dimensiones. “La intensificación de la agricultura, hasta ahora, ha significado una mayor ocupación del suelo y el reemplazo de otros cultivos bajo un enfoque intervencionista, donde los problemas se van solucionando con intervenciones tecnológicas como el riego, los agroquímicos, etc”. Es que el pasaje hacia un enfoque ecosistémico implica un proceso de intensificación ecológica, con preponderancia en la calidad del suelo, un recurso cuya calidad no ha parado de desmejorar durante los últimos años en la región núcleo.

En la región pampeana ya no quedan suelos prístinos, y a partir de cierto nivel de deterioro, ya no alcanza ninguna tecnología ni insumo para mejorar los standard de calidad”, aseguró. En ese punto, la investigadora afirmó que faltan indicadores biológicos respecto a la salud de los suelos, un tipo de “señales tempranas de degradación” que funcionan como mediciones mucho mas sensibles a procesos no deseables que los que se utilizan habitualmente. “Estamos buscando indicadores microbiológicos para el monitoreo de la sustentabilidad de los sistemas”, afirmó. 

Pero además, para Toresani, la elaboración de un índice global de la calidad del suelo debe abarcar indicadores sociales también, “algo que no es tomado en cuenta por el método que hoy utiliza el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (Inta), por ejemplo”. “En la gestión agropecuaria no se puede tener sólo en cuenta la productividad, existe una necesidad creciente de involucrar una mirada social, por eso el perfil del ingeniero agrónomo debe estar pensado de manera tal que pueda participar del diseño de políticas públicas que busquen la seguridad alimentaria”.

Mano de obra . Si la agricultura industrial fue el foco del análisis de la jornada, también hubo tiempo para poner en discusión las formas adoptadas por los sistemas ganaderos implantados en el territorio de la provincia de Santa Fe, y su sustentabilidad desde una perspectiva ecosistémica. Ese fue el tema del panel que encabezó Marcelo Larripa, quien analizó el desafío de la sustentabilidad en los sistemas ganaderos del norte santafesino, con el acento puesto en el rol de la mano de obra. Larripa desgranó en primer lugar el escenario en el cual operan estos sistemas, ya que según afirmó la intensificación de la agricultura pampeana llevó a un corrimiento territorial del área ga nadera hacia el noroeste o noreste del país.

Esto, a su vez, provocó una nueva demanda de mano de obra rural en el territorio: “existe una dimensión social y siempre hay que tener en cuenta el ambiente, el entorno. El centro de Santa Fe padece una ausencia de mano de obra calificada ganadera, ya que antes todos trabajaban para el ferrocarril”. “El problema, desde la perspectiva zonal, es la emigración vinculada a la ausencia de oportunidades de trabajo, mientras que para el sistema de producción que se instala, es la falta de personal idóneo que lleva a la incorporación de mano de obra extra-región”, dijo.

Una de las preguntas clave es: ¿cómo hacer una explotación sustentable, en un medio social que ya no lo es? En ese sentido, el investigador afirmó que se trata de una zona donde los pueblos “están desapareciendo”, lo que obliga a “importar” trabajadores desde otras regiones. “Para tender hacia una mayor sustentabilidad, es evidente la importancia que los trabajadores tienen a lo largo del proceso, algo que no se condice con las habituales condiciones de contratación”, subrayó el disertante

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